domingo, 16 de noviembre de 2014

¿Por qué será?

— ALERTA DE SPOILERS —

El tema es mi habitual incapacidad para distinguir la «alta cultura» de la «baja». Ayer leí para la facultad un cuento de un tal Nikolái Gógol. Este autor es uno de los «padres de la novela rusa moderna» y se lo estudia en Teoría literaria, etc. El cuento que leí es «El capote», publicado en 1842.
Grande —exorbitante— fue mi desconcierto cuando llegué al final, donde se cuenta que el pobre del protagonista, Akaky Akakiévich Bashmachkin, que se rompió el alma para comprar un capote nuevo sólo para que la noche después de estrenarlo se lo robaran y que terminó muriendo de fiebre al no poder recuperarlo, regresa de la muerte para vengarse.
Más allá de lo que puede simbolizar el cuento y de su impacto en su contexto; más allá de la alusión al choque con el sinsentido de la vida, de la analogía de la vida del personaje con la de Jesucristo, de la denuncia social, del valor literario; más allá de que se trate, según Vladimir Nabokov, de «la única obra de la literatura "sin grietas"», etc.; más allá de todo eso, digo, el cuento termina con un cadáver que se levanta de la tumba y vuelve a vengarse de lo que le causó la muerte.
Eso me hizo instantáneamente pensar en un episodio de Canción de hielo y fuego: la muerte de Catelyn Tully y su regreso como Lady Corazón de Piedra, sedienta de venganza por los asesinatos de sus familiares (y del suyo propio, claro).
La obra de George R. R. Martin nos puede gustar mucho a algunos, pero queda claro que Jorgito Martín no va a pasar a la historia aclamado por críticos literarios «serios» como algo así como «el padre de la novela norteamericana postpostmoderna». Me pregunto por qué.

George R. R. Martin al enterarse de su lugar en el futuro de la historia de la literatura.

sábado, 15 de noviembre de 2014

¿Qué es uno? - Esbozos para aportar a la confusión

Cuando uno dispone de cierto tiempo, empieza a preguntarse cosas. Quizá sea algo bueno, quizá sea un privilegio, quizá sea lo mejor que le pueda pasar a uno: gozar de las condiciones de bienestar, tiempo y salud suficientes para hacerse preguntas sobre cosas que considera importantes, poder sopesarlas y decidir fríamente y con fundamento qué aplicar a su vida y qué no. Quizá no. Quizá preguntarse qué tomar y qué dejar para la vida de uno sea un lujo superfluo, una pérdida de ese tiempo valioso que debería usarse para algo de mayor provecho. [No me parece. Defina «superfluo». Defina «valioso». Defina «provecho»].
Quizá lo mejor, eso sí, sería que esas dudas ocuparan el lugar correspondiente a lo que son: dudas personales, íntimas, carentes de interés para los demás y que, por lo tanto, deberían estar guardadas en el «fuero interno» y no publicadas en un medio al que puede accederse tan fácilmente, medio quizá inadecuado para tratar tales temas, aunque quizá Internet no sea un medio inadecuado para ningún tema, o lo que es lo mismo, quizá sea el medio adecuado para tratar cualquier tema.
Quizá las publique porque una de las preguntas que me hago es por qué al pensar en qué le pasa a la humanidad cuando me entero de que millones de personas están ahora mismo viendo videos en YouTube sobre cómo maquillarse me debato entre una angustia enorme y una indiferencia total. «Cada cual se divierte como puede». Pero «¿cómo puede ser?». Ah, qué tanto, vamos, si uno también dedica la mayor parte de sus horas a tareas de lo más intrascendentes. Como sea, hay tanta cosa publicada que no le provoca ni el menor atisbo de vergüenza al que la firma, que una huevada más dando vueltas por ahí no debería ofender a nadie. Menos a mí mismo. Aparte es tan larga y tediosa… ¿Quién la va a leer completa? Pero es que quiero provocar un cambio en los que estén cerca de mí. Y no se me ocurre otra manera. Lo único que medianamente sé hacer es escribir. Así que, por cómo están las cosas, lo mismo da, tanto si publico estas torpes consideraciones como si no.

Quizá no da lo mismo.

Quizá no.

Quiero creer que no.

A los bifes.

¿Quién es uno?
¿Lo que le pasó?
¿Lo que piensa?
¿Lo que hace?
[Editado después de leer sobre el ningunismo, que vino a aparecérseme justo cuando estaba escribiendo  —por enésima vez en mi vida— a mano el esbozo de esto, tratando de responder esas preguntas: precisamente esas preguntas son las que hay que dejar sin respuesta, «hay que ser indefinible», plantea Roy Khalidbahn. Pero no puedo evitarlo y trato de responderlas igual.]

Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros.
Dicen en wikiquote que lo dijo Jean-Paul Sartre. No tengo forma de comprobarlo.

Nací en Buenos Aires en julio de 1983. … Mmh, 114 menos 83… Tengo 31 años, sí.
Viví hasta los 15 entre un departamento en Lugano I y II y la casa de mi abuela paterna en Belgrano, donde descubrí el mundo gracias tanto a los contactos que tuve con mis siete tíos todos menores a mi viejo (o sea que pasaba los fines de semana con gente de todas las edades, primos bien niños, tíos adolescentes y adultos jóvenes y mis abuelos, de más de 50 años, cada vez que iba para allá, que pululaban siempre por ahí y me iban enterando de cómo era terminar la secundaria, empezar a estar de novio, casarse, tener hijos…), como con los libros que tenía mi abuelo, los que me compraba mi abuela y las historietas de alguna tía adolescente; a partir de 1998, creo, entre mis 15 y mis 25, en Villa Crespo, siempre con mi familia (los dos padres y dos hermanas menores); después, ya solo, casi dos años en los alrededores de El Bolsón, desde marzo de 2009 hasta marzo de 2011; y de ahí volví —por problemas de salud, principalmente— a Villa Crespo, a la casa de mi familia otra vez, donde vivo ahora mismo.

Varias veces durante mi vida me encontré en épocas en que consideraba que todo lo que estaba haciendo estaba orientado hacia un fin, que todo lo que había vivido desembocaba en ese momento específico, y que ese momento iba a ser el quiebre de una época, un antes y un después en la historia. Pero no, acá estamos, todo sigue igual. Pero yo sigo y sigo, todo el tiempo enfrentando esa tensión entre el mesianismo y la realidad.

Soñé desde el primario con que iba a ser alguien que iba a dejar una profunda huella en la sociedad, porque interpretaba lo que decían mis maestras y mi familia como augurios de algo grande para mi futuro.

Pasó el tiempo del primario. Cursé en un colegio católico de Villa Soldati, el Instituto Cristo Obrero. Sin demasiadas sorpresas, aparte de que después de tomar la primera comunión decidí dejar de participar en todo lo que tuviera que ver con el catolicismo y de que por esa época empecé a disfrutar de leer libros «para adultos». Claro que no cambié el mundo estando en la primaria.

Pasó el tiempo del secundario. Cursé en un bachiller nacional, el Colegio Nacional de Buenos Aires. Sin demasiadas sorpresas tampoco, aparte de que seguí alejándome del catolicismo (no consigo decidir si era ateo o agnóstico). Hice gracias a mis compañeros de curso mis primeros acercamientos a la música que me marcaría para siempre, el metal, y profundicé el gusto por la literatura. Tomé clases de guitarra unos seis meses, que abandoné porque no pude conseguir en ese momento una guitarra eléctrica; y empecé también un taller de historieta que se prolongó durante cinco años, entre mis 15 y mis 20. También tuve mis primeros acercamientos a las ideas de izquierdas en las clases de historia, pero nadie más lejos que yo de alguien con formación política. Me encerré en mí mismo, eso sí. Me enojé con mis compañeros, básicamente por mis concepciones infantiles de cómo debían ser las personas, por ser distintos a lo que yo esperaba. Por supuesto que tampoco cambié el mundo en la secundaria.

La entrada en la universidad fue inmediatamente después de terminar el secundario. Suponía un renovado entusiasmo, ya que uno podía dedicarse a estudiar sólo lo que le interesaba, descollar en lo que más le gustaba. Si no podía modificar las vidas de todos, al menos podía ser «alguien» en un ámbito específico.

No apuntaba tan alto como en la primaria, pero igualmente algo acicateaba como en esa primera época.
Elegí la carrera bastante aleatoriamente (la noche anterior a anotarme al CBC no podía dormirme mientras trataba de decidir si estudiaba biología, ingeniería electrónica, traductorado de inglés o diseño gráfico), es cierto. Pero sin embargo conservaba esa idea de ser «importante» en la profesión que eligiera. Así que al entrar al CBC soñaba con convertirme en el mejor diseñador gráfico que pudiera ser y representar «un antes y un después» en ese entorno.

Pero me encontré un par de años después con que estaba estudiando de manera insincera y vacía algo «porque tenía que estudiar», no porque lo hubiera elegido con convicción. Pasaba noches sin dormir intentando diseñar algo que satisficiera a los profesores, pero no encontraba un verdadero disfrute en lo que hacía. Y el mundo seguía igual.

Publicamos un fanzine de historietas del que sacamos un solo número con un amigo que hice en el CBC y otros chicos que este amigo conocía.
Pero el resultado fue que empecé a alejarme de las historietas.
«Trabajaba» mientras «estudiaba» en el kiosco de mi viejo, donde empecé a sentirme más y más lejos de la gente.
Entre 2005 y 2007 abandoné las historietas, abandoné la carrera, cerramos el kiosco. ¿Y el mundo? Bien, gracias.

Me pasé a Edición en 2006.
Soñé entonces con convertirme en el mejor editor que pudiera ser.
Pero me desilusioné otra vez. Primero, con el tipo de trabajos que conseguía, que solían ser muy tediosos y con pocas posibilidades de cambio —mucho después caí en la cuenta de que uno puede hacer algo desde fuera del trabajo formal, desde fuera de la idea que tenía de lo que era el trabajo; y me di cuenta lentamente también de que los primeros trabajos no son definitivos, pero en el momento los sufrí—, y después, con el ambiente de la universidad, donde mi interés por las clases se debilitaba por lo que en ese momento llamaba «politiquería», ya que en esa época, además de las habituales pujas entre los distintos grupos políticos habituales en la facultad de Filosofía y Letras de la UBA, empezó a hablarse —muchas veces durante las clases— específicamente de convertir en licenciatura a la carrera, que hasta el momento era una tecnicatura, siempre despertando rencillas entre alumnos y profesores.
Abandoné en 2008.

Seguí sin rumbo muy claro —como siempre— durante el 2008, dedicado a trabajar como corrector en Errepar, donde se retroalimentaban, por un lado, mi frustración por lo «kafkiano» del trabajo y, por el otro, mi deseo nacido en la infancia —quizá cuando leí las historietas en las que Mafalda va a Bariloche y ve árboles centenarios— de mudarme a la Patagonia.
Gracias a la benevolencia de mi viejo, pude ahorrar casi la mitad de lo que gané en Errepar. Cuando llegó el momento de pedir las vacaciones después del primer año de trabajo, averigüé precios y vi más que factible el viaje al Sur. «Patagonia, Patagonia, tierra de dorados mitos…». Allá me fui.

Así que después de esas experiencias con los estudios y el trabajo, cambié de rumbo por completo, parte por una decisión propia, parte por el azar. Gracias a ese trabajo del que no disfrutaba y al apoyo de mi familia y de la que fuera mi primera novia, que fue la que me alentó desde el primer momento a conseguir el trabajo y ahorrar para viajar si era lo que más quería hacer, me pude ir de vacaciones al Sur, donde salió la oportunidad de quedarme a vivir allá cuidando un refugio en las montañas cercanas a El Bolsón.

Mesianismo.
Al irme de un departamento en Villa Crespo a vivir al medio de un bosque de coihues y cipreses en una cabaña de troncos construida en la orilla de un río de donde tomar el agua para beber, lavar y cocinar, sin electricidad ni gas, a kilómetros del resto de la gente, a dos mil kilómetros de mi familia, al costado de un sendero de tierra por donde no pueden circular vehículos motorizados, soñaba con estar viviendo de un modo tal que haría a los demás cuestionarse qué estaban haciendo de sus vidas tan profundamente que se produciría un cambio radical en la sociedad.
Soñaba con un éxodo de las ciudades, «para recrear nuestro modo de vivir recuperando el vínculo con la naturaleza que las ciudades nos extirpan».
Soñaba, poco tiempo después, con convencer a la gente ya no de que se fuera a vivir al medio del bosque conmigo, sino de que no se resignara a aceptar las cosas que se iban dando, como si fueran irreversibles o definitivas; que pensaran en que podían cambiar su condición con sólo ponerse a hacerlo. Escribía e-mails que creía incisivos cada vez que tenía a mano una computadora.

Fue en esta época cuando empecé a acercarme al anarquismo. Recuerdo que uno de los libros que llevaba en mi mochila de un lado para el otro era Dios y el Estado, de Mijaíl Bakunin, y una antología de pensamiento anarquista del Centro Editor de América Latina que me había regalado un ex compañero de Errepar también «pro-patagónico». Ambos libros quedaron allá. También leí por ese entonces algunos libros de y sobre Thoreau, el Into the Wild de Jon Krakauer, Los viajes de Gulliver.

Desde la primera vez que recorrí un poco el Sur escuché hablar de la permacultura: básicamente, una búsqueda de relacionarse de otro modo con el medio ambiente. Me interesó tanto que pensaba adoptar sus principios para aplicarlos a la casa que iba a construir con mis propias manos en donde vivía, y más: cuando supe que en la sede de El Bolsón de la Universidad Nacional de Río Negro había una tecnicatura en Producción Vegetal Orgánica, me anoté. Reincidente. Por cómo eran las condiciones en las que vivía se me hacía complicadísimo asistir a las clases y estudiar, así que pronto dejé, aunque no perdí el interés y leí cuanto pude sobre el tema (un par de libros de Masanobu Fukuoka, de Gernot Minke, un libro publicado por el CIDEP, donde me enteré de que uno de los mayores divulgadores de técnicas de construcción con barro en Argentina, Jorge Belanko, vivía en El Bolsón), al mismo tiempo que me acercaba a conocer huertas en la zona y empezaba la propia en las cercanías del refugio donde vivía.

Adoraba mi soledad. Disfrutaba tanto, tanto, tanto la sensación de pasar días sin hablar con alguien y que la llegada del momento de hacerlo de vez en cuando se convirtiera en motivo de placer. Amaba amasar pan (:P), salir a juntar leña, salir a caminar, de día, de noche, al sol o bajo la lluvia, mojarme la cara en el río, el silencio, los pájaros, mis gatos. Y poder compartirlo era/hubiera sido lo mejor («era» porque lo compartía con la gente/«hubiera sido» si hubiera conseguido una compañera o un amigo que se quedara ahí conmigo).

La gente que hablaba conmigo parecía irse cambiada. O al menos cuestionándose algo. «Lo estoy consiguiendo», me decía. Todo me hacía sentir que estaba orientado hacia ese punto al que aspiraba desde el primario.

Pero se acabó.
Terminó el trabajo en el refugio. Fui a una chacra donde estuve un tiempo, cerca de dos meses y medio, hasta que no pude más con mi cabeza y volví a la ciudad.
El sueño se derrumbó, después de casi dos años de intentar sostenerlo, por mi inexperiencia tanto en el trato con la naturaleza como con la gente, especialmente con mis empleadores.
Todo mi ser se derrumbó.

Terminé internado en el Alvear, un hospital de emergencias psiquiátricas, durante dos meses y medio, entre julio y septiembre de 2011.

Durante la internación, gracias al «gaucho!», un hombre que visita ese hospital dos veces por semana para dar un taller de poesía a los internados, conocí la Casa de la Poesía Viva, a donde empecé a asistir una vez que me dieron el alta, y donde me rodeé de jóvenes que me trataron bien desde el principio, junto a los que hicimos cosas que nunca antes imaginé que haría, como actuar, bailar, recitar y cantar en público.

Fue en ese grupo de jóvenes donde conocí la Soka Gakkai y el budismo de Nichiren Daishonin, gracias a dos de ellos que lo practicaban. Voy y vengo. Tengo mi gohonzon desde noviembre de 2012, pero con el tiempo dejé de participar en las actividades. Sigo manteniendo charlas muy ricas con miembros de la organización, pero me cuesta mucho reconocerme como parte de un grupo, como norma general.

Al mismo tiempo, como sabía que se dictaba en la Facultad de Agronomía de la UBA la misma carrera sobre producción orgánica a la que me había inscripto en El Bolsón, me anoté para cursarla a partir de 2012.
Al volver al ámbito estudiantil me amigué con la idea de estudiar, y decidí [no sólo seguir con esta carrera con el objetivo de volver a viajar y mudarme de nuevo al interior, donde pueda tomar contacto con la tierra y quedarme a vivir en un lugar más pacífico y esta vez de manera menos impulsiva, conociendo las consecuencias de actuar así, sino también] terminar también la tecnicatura en Edición que había empezado en 2006 y abandonado por desilusiones que no eran producto de la carrera en sí sino de lo que pasaba en ese momento y de lo que me pasaba a mí con la idea de seguir estudiando «para nada» que tenía en la época cuando la abandoné.

De modo que en 2013 retomé Edición, donde ya tengo aprobadas algunas materias de la primera vez que la intenté.

Vengo cursando muy bien (ahora, pero al principio fue arduo retomar el ritmo tomando medicación) las dos carreras a la vez.

La idea ahora es combinar conocimientos del tema de la edición con el tema de la agricultura orgánica y la permacultura para armar algún proyecto ediorial sobre estas disciplinas.
Desde mitad de 2013 estoy trabajando en correcciones de textos.
A fines del año pasado empecé un curso de encuadernación artesanal. El sábado, que es el día en que voy al curso, se convirtió en el más esperado de la semana.
Veremos qué sale.

Por todo esto, ahora siento que estoy en otro de esos momentos cruciales de mi vida, pensando, viviendo experiencias y leyendo como nunca hasta ahora. De nuevo siento que todo esto está orientando mi vida hacia donde [creo que] quiero, y lo quiero compartir con otros. Es esa misma fuerza en el pecho que siento ahora, cuando empiezo a convencerme de que si encuentro algo que considero que vale la pena debo difundirlo, cuando siento que empiezo a tener «convicciones», la que pienso que querían infundirme desde chico mis maestras y mi familia.
Sé ahora que lo que propongo no es aplicable a todos los demás, que no puedo convencer instantáneamente al resto del mundo de que tengo razón y de que deberían hacer lo que yo quiero. Parte de mí quisiera que así fuera. Pero si ni yo mismo estoy completamente convencido de todo lo que hago y pienso, si voy cambiando, cómo exigir a otros que coincidan siquiera en un punto de vista sobre un mínimo aspecto de la vida. [Y al escribir esto, aparece el ningunismo, justo, con su propuesta de insurrección, de no imponer a otros un sistema de ideas in toto sino activar en ellos esa convicción de que es uno el que puede —y debe— hacerse dueño de sí mismo.]

¿Qué es uno?
¿Qué lo define?
La Real Academia:
uno (del lat. unus)
1. adj. Que no está dividido en sí mismo.
11. m. Individuo de cualquier especie. 
¿Qué es ser libre?
¿Qué es vivir bien?
¿Cómo vivir bien?
¿Qué es importante?
¿Qué conozco?
¿Qué elijo?

No sé.

sábado, 11 de enero de 2014

Ningunismo

Por fin apareció algo de eso que estoy buscando.

Hace unos años, creo que en 2003, me registré en el foro de Internet de la Asociación Tolkien Argentina, donde participé bastante (mi nickname es «count grishnack». Editado: era, porque acabo de intentar acceder y parece que el foro no existe más). Un tiempo después, algunos de los chicos que participaban de ese foro armaron otro, ya no dedicado a un solo autor sino más abarcativo, sobre muchos temas de interés para los «ñoños»: literatura, música, historietas, cine, arte en general, etcétera. Se llamaba Parallax. Tampoco existe más. (Me apena bastante, porque perdí acceso a todo lo que había publicado ahí, que eran medios donde se compartían gustos e intereses y servían de orientación). Fui conociendo personalmente a algunos de los «foreros» gracias a unas reuniones de lectura que se organizaban en este Parallax. Cuando lo cerraron, perdí contacto con casi todos ellos, hasta hace poco más de un año, cuando por medio de Facebook encontré que seguían haciendo las reuniones a través de un grupo en la mentada página de Mark Zuckerberg (:P). Se reúnen una vez por mes para conversar un par de horas sobre un libro que se elige por votación de entre todos los propuestos por los presentes al final de cada encuentro. Para la reunión de hoy se eligió La masacre de Reed College, de Fernando Montes Vera. El libro es interesante y muy entretenido de leer hasta el momento de la masacre, después del cual decae muchísimo. No obstante el final, el libro me pareció interesante porque trata sobre varios temas bien propios de los jóvenes argentinos de la década del 2000, especialmente el sinsentido: estudiar para terminar trabajando en un call center, salir con una chica porque sí, la pseudovida en Internet, experimentar con la sexualidad y las drogas. Para crear el ambiente en el que se mueven los personajes, dedica un par de páginas al tema del ningunismo. Y acá es a donde quería llegar.

Cuando en 2006 pasó lo de los chicos que se metieron a las alcantarillas de Belgrano y murieron ahogados por la tormenta, me enteré de que existía una ¿«formación»? (Raymond Williams; tengo que dar el final de Teoría de los Medios en marzo) que buscaba explorar las ciudades (pero no la relacioné con el ningunismo hasta cuando leí el libro), porque justo entraron por una reja cerca de Superí y Olazábal que está a pocas cuadras de donde había vivido la familia de mi viejo hasta hacía unos años antes, lo cual me produjo escalofríos porque de chico, cuando salía a jugar por el barrio de mi abuela, me preguntaba cómo serían esas alcantarillas por adentro.

El libro dice (páginas 122 y 123):
Para Roy [Khalidbahn, alias del que ideó el ningunismo], en cambio, el descenso a los túneles era prácticamente una necesidad, una forma de volver a la realidad a través de la exploración de la ciudad en formas no automáticas. Según la tesis póstuma del ningunismo, existe un virus tecnológico que aparta a los jóvenes de la realidad y los lleva a construir realidades virtuales. El ningunismo, que él había inaugurado, se manifestaba no como una solución sino como una propuesta amorfa, inclasificable e irrepresentable de poner en práctica la exploración, que sería el camino de vuelta.
Estuve recorriendo un poco Internet a ver qué encontraba.

Página del ningunismo:
http://www.ningunismo.org.ar

A medida que leo a y sobre Roy Khalidbahn, cada vez me identifico más con el flaco.

La Tesis 222:
¡Insurrección!
Auto jaque-mate.
Tú has ganado.
El ajedrez es tan simple.
La coherencia del mito es eclipsada por el mito de la coherencia, en una alucinación que (sin siquiera pertenecernos) ha evolucionado hasta el punto de convencer a casi todos de que ni siquiera existe…
Recuperar nuestra interpretación autárquica de la realidad social implica evadir la norma, dejando de lado la fotocopiadora mental que nos induce “el deseo de ser como todos” mientras nuestra individualidad es moldeada en una masa que los medios mastican, los logotipos escupen, las modas someten y los vicios finalmente matan.
Como una semilla de incertidumbre cultivada en la paradoja, nos es posible crecer dejando atrás cada praxis sistemática (ismo) canalizando nuestra potencia en un estado mental capaz de abrazar una experiencia directa o al menos una percepción intuitiva que no pueda ser definida sino experimentada: una instancia de insurrección en la vida cotidiana.
Usando la insurrección como un factor renovador del consenso, podemos tomar parte en la redención de una generación, dando comienzo a una mutación más allá de cualquier definición. Aceptar la misión o adoptar la sumisión, es nuestra decisión.

Reconozco que ahora me encuentro en un estado bastante distinto, de casi total indulgencia comparada con la enorme exigencia por hacer algo que fuera propio de mí mismo, no «nacido de las ganas», que me impuse en otras épocas —quiero creer que es una transición para encontrar un punto medio; aunque puede decirse que lo hago bien indulgentemente, dejándome estar bastante, sí—, pero, como dije en el post anterior (anterior porque lo empecé hace varios días, aunque todavía no lo publiqué), la búsqueda de algo que diera sentido a quién soy siempre fue el tema que rigió —y que sigue rigiendo— mis intereses, aunque con épocas bastante marcadas de mayor coherencia entre lo que pensaba y lo que hacía. Pasé por varios momentos en los que creí que había encontrado ese sentido y que hacía lo que pensaba que había que hacer, especialmente en 2009, cuando abandoné todo lo que definía mi vida cotidiana. Creo que en ese entonces actué precisamente como proponía Roy, y sin conocer prácticamente nada del ningunismo antes de hacerlo, salvo el final en las alcantarillas. Irme a vivir al Sur fue mi manera de hacer saltar el mundo por los aires. 
Así terminé.

Salvando las distancias, que los míos eran unos textos viscerales escritos generalmente de madrugada, desprolijos, cargados de los sentimientos que tenía en el momento, cualquiera que haya recibido un mail mío de esos que enviaba durante mi tiempo en el refugio en El Bolsón recordará que me propuse durante un tiempo algo parecido en términos de provocar un cambio total (yo quería iniciar el éxodo de las ciudades a la Naturaleza), y más tarde, «romper todo», lo que, veo ahora, tenía una inspiración parecida al ningunismo, en el sentido de que exigía un despertarse de la anestesia de la rutina urbana y cambiar totalmente de vida.

Iba a copiar un e-mail de esos, pero mejor no. Bueno, un pedacito:
From: fernandoladislao@hotmail.com
To: […]
CC: […]
Subject: RE: A mi familia de sangre y a la gente que se va acercando. Saludos, novedad...
Date: Fri, 22 Oct 2010 05:39:46 +0000 ___________________________________________________
SI TE LLEGA UN MAIL MÍO QUE PARECE PARA OTRO ES A PROPÓSITO, NO ES UN ERROR, ES PARA VOS TAMBIÉN: SI TE LLEGA ES PORQUE ME INTERESA QUE TE LLEGUE A VOS, NO TENGO NADA QUE OCULTAR, NO PUEDO ESCRIBIR COSAS PERSONALIZADAS PORQUE NO TENGO TIEMPO NI DINERO PARA MANDAR UNO A CADA UNO, QUIERO UNIR GENTE QUE IMAGINA QUE LOS DEMÁS NO TIENEN NADA QUE VER CON ELLOS. SI TE LLEGÓ ESTE MAIL ES PARA QUE LO LEAS, PARA QUE CONTESTES SI QUERÉS, PARA QUE ME MANDES UN SMS A MI CELULAR, QUE SALE LO MISMO QUE MANDARLO EN BUENOS AIRES, AL 02944 15712296, PARA QUE PIENSES, PARA QUE HAGAS, PARA QUE TE DES CUENTA DE QUE QUEJARSE ESTÁ BUENO, PERO NO SIRVE PARA NADA SI TE QUEDÁS MIRANDO LA TELE O EL YOUTUBE O LO QUE SEA QUE TE HACE ADORMECERTE Y VER CÓMO SE TE ESCAPA EL TIEMPO CUANDO PODRÍAS VOS TAMBIÉN IRTE A DORMIR CANSADO DE HACER COSAS Y LEVANTARTE CON GANAS DE EMPEZAR OTRAS. PARA QUE DESTRUYAS TU CADENA, SEA UNA CORBATA O UN NÚMERO O UN PREJUICIO O UN DOGMA O UN MIEDO. APAGÁ TODO. ROMPÉ TODO. DESPERTATE AHORA. NO LLORES CUANDO VEAS QUE SE TE FUE LA OPORTUNIDAD. HACE UN AÑO Y MEDIO, SI PASABAS POR LA PUERTA DE ERREPAR Y ME DECÍAS "EN POCO MÁS DE UN AÑO VAS A ESTAR CUMPLIENDO TU SUEÑO DEL BOSQUE" TE HUBIERA CREÍDO UN/A LOCO/A... ¡YO SOY ESE LOCO QUE SE LO DICE A USTEDES QUE SE QUEJAN! ¡VIVAN DE ACUERDO CON SU SUEÑO MÁS SINCERO AHORA! UNA SOLA QUEJA INVALIDA TODO. ROMPAN ESE "TODO". AHORA.)

Y allá me hacía llamar Ícaro… Más escalofríos: Me hacía llamar así porque consideraba que Ícaro había aspirado a algo «muy alto» y había muerto al tratar de alcanzarlo. Representa para mí el símbolo de abandonar lo establecido, el laberinto, de lograr lo que nadie se atreve a hacer incluso aunque cueste la vida.Y Roy Khalidbahn escribió casi lo mismo en El legado de Ícaro.

Más escalofríos cuando leo 1 + 1 = 1, escrito por su madre sobre otros textos de Roy. «Volver a ser como un niño». O sobre la libertad:
«La Libertad es una habilidad psicokinética. No es un nombre abstracto, no un “estado”, no un movimiento, no una forma de gobernación, no una falsa ilusión de vida de fin de semana. La libertad es un estado de conciencia, al cual sólo se puede llegar ampliando los horizontes, tanto espirituales como mentales… ¿Es libertad acaso hacer lo que quiero, o sería libertad saber por qué lo quiero?» —finalmente concluye— … «Aquí y ahora, la humanidad cayó en la más grande trampa contra la libertad: la mentira de que somos libres».
La Insurrección, sin este sentido de lo que es la libertad, sería un libertinaje más, entre los muchos sugeridos por el Catálogo de Alternativas que promueve el Sistema. Opuesto a esto, Roy tuvo claridad en su objetivo, y puso todo el acento en el significado de la Libertad, porque «La razón establece que uno no puede luchar por aquello que no conoce» —para expresar luego con tristeza— …«Y el corazón se rebela frente a un universo tan cruel como para imponer tal injusticia a nuestra generación, ya que en ningún momento pasado, ni en la Inquisición, hubo tanta opresión sobre el libre pensar».

El concepto de «Libertad» ahora asociado al cuerpo (vestir como se me da la gana, hacer lo que las ganas quieren, y realizar actos sexuales explícitos) es un ardid que oculta la dominación. Desde esta confusión de base (desde su resignificado), hay personas que suponen «no responder a mandato alguno» sólo porque eligen su ropa y accesorios, concurren al lugar que mejor les apetece y eligen su compañero sexual indiscriminadamente. Lo que no comprenden, es que están sujetos a un significado erróneo —intencionalmente modificado— de lo que es «libertad». Y en esto radica la esclavitud.
Sobre cómo el ningunismo no es ningún ismo, también en 1 + 1 = 1:
«Recuperar la percepción autárquica de la realidad» fue el «live motive» de Rodrigo, es decir, instar a un proceso individual y sin cátedra, es decir, que no esté orientado a cambiar o resignificar contenidos, sino que sólo le devuelva al hombre su aptitud de discernir, diferenciar, discriminar y así recuperar su Libertad: sus propios contenidos autárquicos.
Por esa razón: «La Insurrección se comprende sólo cuando se la practica» sostuvo Roy, para agregar: «El combate es contra el único Sistema que se puede combatir: El propio sistema nervioso central». Cada uno debe trabajar de manera privada e independiente, para liberarse de aquellas cosas «no propias» que han ingresado en la mente, a través de la manipulación de contenidos. 
Este es el motivo por el cual el autor del Ningunismo prefirió el mensaje críptico y en ello, evitar transmitir significados, limitándose a denunciar la dominación mental existente; dar disparadores para “recuperar la percepción autárquica” y que desde allí, cada uno estableciera el rumbo de su propia vida. Por eso, aun teniendo convicciones personales precisas y claras, jamás tradujo las propias ni cuestionó las ajenas. Esta es la gran diferencia, que lo separa de cualquier ideología, creencia, política, o sistema filosófico.
En algunas oportunidades, conversando sobre esto me dijo: «Cualquier valor que se mencione, se convierte en ismo y produce una reacción alérgica. Lo mío no es decir cómo tienen que pensar, sino sólo ¡que piensen!. El problema no son los significados, es la ausencia de libertad».
[…] 
«Hoy hacen creer a la gente que salir a combatir el mal en el mundo, que honrar los valores, que intentar cambiar las cosas, es una locura».

Fin. Me voy a seguir leyendo.
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Frase del día

«La puta que vale la pena estar vivo».
Firmado: La tenia saginata que sorbe tus líquidos intestinales.

Véase también

- Noticia en Clarín en la que hablan con la madre de Roy Khalidbahn. Floja, pero como para empezar a ver de qué se trata:
http://edant.clarin.com/diario/2006/12/20/laciudad/h-05401.htm