domingo, 27 de diciembre de 2015

Yo tenía un blog, ¿dónde lo dejé?

Antes de antes, cuando el mundo era más [o quizá menos] luminoso, yo tenía un blog que versaba principalmente de dibujo.

Por «temas», lo eliminé, y con él, destruí los dibujos originales de papel.

Hoy estaba buscando una imagen de perfil en mi cuenta de Google y encontré que algunos dibujos se salvaron de aquella eliminación total.

La foto de portada era esta:


Publicaba los chistes de Plinplaf! que salían en el diario Juicio propio:





Hacía algunos dibujos con acuarela
(este era un boceto que hice para una adaptación
de un cuento de Ray Bradbury que nunca terminé):


Bocetos en tinta china:





Bocetos con Rotring:



Bocetos con lápiz:



Bocetos rápidos en el subte:


jueves, 24 de diciembre de 2015

lunes, 21 de diciembre de 2015

Feliz Navidad y próspero Año Nuevo

¿Mi deseo para el año que viene?

Ver en vida el fin de los tiempos.

Que el 31 a la noche empiecen truenos y relámpagos, que la noche se haga día, que los pájaros levanten vuelo y se den de cabeza contra los edificios, que los árboles pierdan las hojas y se marchiten instantáneamente, y que el cielo se ponga rojo y negro, que las nubes se arremolinen y de un vórtice baje una mano gigante que nos señale y que la mugre de SU uña nos interpele y que, al encontrar esa mugre escatológica con la mirada, nos hagamos de un polvo que se lleve el viento.

Así podremos gritar —y esta vez, con verdadera justicia— al irnos desintegrando: «¡Felisa, me muero!»

jueves, 17 de diciembre de 2015

YO OPINO - Cinematógrafo IV - Nostalgia refrita

Transigiendo CON mi convicción arraigadísima [transigir es intransitivo, corrector de pacotilla], sigo publicando bolubolu por aquí.

Todavía no terminé de bajar ninguna de Tarkovski. Paciencia.

Anoche no me podía dormir (Cfr. las horas de publicación de todos los posts de anoche) y me dije: «Bueno, si me fumo el martirio de "Terminator: Genisys", tal vez me duerma como un angelito». 

Mala mía. 

Me la vi toda y quedé con los ojos "como el 2 de oro", cantaban los pajaritos, salía el sol y yo... yo seguía despierto...

¿Es una buena película? Pfffff. Ni de lejos. Sólo estaba desvelado, viejo. Al menos batí mi record y vi una película completa sin dormirme (casi sin pestañear) después de unos meses de haberlo intentado sin éxito.

El que me recomiende la nueva Star Wars... Nos vamos despidiendo. ¡Chuik!

YO OPINO - Cinematógrafo III - Charla esperanzadora

Hoy (casi) recobré la confianza en la humanidad cuando en una nutrida conversación con Sandra, mi socia en el proyecto de impresión tipográfica, y unos vecinos de Submundo me recordaron a Tarkovski. Creo que lo había puesto como uno de los «rescatables» en mi insidioso «YO OPINO - Cinematógrafo II», pero es cierto que es bueno. Tengo vistas Solaris, La infancia de Iván y El espejo. Ahora sé que son siete sus películas. Y que se pueden ver treinta veces cada una y no te cansás.

«Now we are talking»…

Frases célebres apócrifas 0

«¡¡¡¡EL INFIERNO ES EL OTRO!!!!»
Jean-Paul Kirchner.

martes, 15 de diciembre de 2015

YO OPINO - Cinematógrafo II - Nihilismo cinéfilo

Cuando era chico me encantaba ver películas. Pero cuanto más acceso tengo a ellas, menos interés me despiertan.
Woody Allen, Vin Diesel (los considero al mismo nivel de "artistas bien burgueses"; mentira, Allen está mucho más arriba en el ranking, si no en el primer puesto de narradores de problemas de gente con la que no me identifico y a la que no me interesa parecerme ni de lejos), Tom Cruise, Renée Zellweger, George Clooney, Peter Jackson, Christopher Nolan, Keanu Reeves y Angelina Jolie consiguieron que odie la idea de ¡perder! dos horas que podría haber empleado en dormir o leer o escuchar música.

Las películas de ciencia ficción me hacían tener sueños —y pesadillas— fuertes, pensar en el mundo que pintaban, imaginar qué haría en situaciones como las que se narraban, me daban ganas de dibujar historietas robando estéticas o situaciones que veía en las películas.

Rescato de lo nuevo a Wes Anderson, a Wim Wenders (¿nuevo?), la nueva de Mad Max —y sólo un poquito porque los autos parecen chocar de verdad y no CGI, pero es parte de esta nostalgia pedorra y falta de ideas de refritar todo—, [¿rescato algo más? tal vez… no, nada más], y ahí paremos de contar.

¿Gravedad? Bodriazo. ¿Eso dicen que es ciencia ficción?, ¡¿qué queda para "Solaris" de Tarkovski?!
¿El agente de CIPOL? La saqué una hora antes de que terminara.
¿El origen (Inception)? ZZZZZZ.
¿Las de superhéroes? Son lo menos malo de Hollywood últimamente. Y si eso es lo menos malo…
¿Y las de animación? ¿Hay chance de que hagan algo que no sea en CGI? ¿Y en donde los personajes no hagan la cara "'tude"? ¡¡¡¡JA!!!!
¿Y algún clásico? Dracula, la de Winona Ryder y Anthony Hopkins de la década de 1990... Traté de verla cuatro o cinco veces y me quedo dormido cuando Drácula llega convertido en monstruo medio lobo en el barco.

No me entretienen ni los honest trailers, ya, porque todo el cine de Hollywood es una burla de sí mismo.

No es tan así con las series nuevas. Game of Thrones y Netflix me pueden, realmente. Soy un gordo mascachicle bien marcado por el post-neoliberalismo, ¿qué querés que le haga?

No sé por qué me pasan estas cosas. ¿Envejecí? ¿"Me puse la gorra"? ¿Mi imaginación anda mal o las películas son realmente malas?

Para pensar…

YO OPINO - Cinematógrafo

No entiendo cómo Javier Fesser hizo la genial El milagro de P. Tinto y después el bodoque Camino.

Un millón de años

Me imagino el mundo dentro de un millón de años (en parte gracias a Kurt Vonnegut, que estoy leyendo Galápagos, pero es algo que hago desde que tengo diez años, más o menos, cuando me enteré de que los dinosaurios habían desaparecido hace más de 65 millones de años), cuando no quede de nosotros ni una sola señal de que alguna vez existimos, ni una alambrada, ni una represa en un río, ni una autopista, ni una herramienta oxidándose; nada: ni un pedacito de lo más grande que haya hecho la humanidad, ni una partícula de las pirámides de Egipto, pongamos por caso.
Cuando todos nuestros problemas tan terribles no le importen absolutamente a nadie. (A nadie más que a paleontólogos que profanen nuestras tumbas y se pregunten si teníamos sangre fría o caliente y piensen que tal vez nos morimos de puros giles que no supimos qué hacer con un meteorito, claro.)

//////// Esto no significa nada más que lo que dice. No hay segundas lecturas. ////////

Es parecido a lo que pienso cuando miro a los gatos a los ojos. ¡Cómo deseo (deseo en indicativo, que no "desearía" sino que efectivamente deseo) poder vivir como un gato, dormir cuando pinte, comer cuando tenga hambre, que no me entre en la cabeza ni el asomo de una idea, ni menos de un lenguaje, ser puras sensaciones!
(Kurt Vonnegut también habla de eso en Galápagos: está narrada por un fantasma de un hombre que murió en la década de 1980 y que vio cómo la humanidad evolucionó dejando atrás su mayor deformidad: el cerebro demasiado grande…)

Para pensar... ;)

viernes, 11 de diciembre de 2015

Trabajar

«Trabajar en un trabajo que te vacía es ensayar la muerte».
Me hubiera gustado escribirla yo. (Aunque sea redundante, jaja.)
Estoy experimentando todos los días ganas de trabajar desde que me levanto hasta que me acuesto.
Qué raro que sea raro disfrutar del trabajo.

Anarquismo para todos y todas

Una reflexión sobre este momento político de Argentina.
Cada día lo quiero más a este Ferrer.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Fases célebres apócrifas -I [se lee "menos uno"]

«El ciudadano tiene la ilusión [de] que elige y sólo se limita a escoger entre la reducida lista que los financieros han decretado apta para el consumo popular. El político y su partido lo saben, y sabe por consecuencia que antes de someterse a la elección popular ha de tener el visto bueno de los financieros, y este visto bueno se obtiene a cambio de la entrega de los intereses populares. Cuando el día del comicio llega, el pueblo no elige sino dentro de la opción que los financieros le proporcionan.» 
Dicen que lo recita Arturo Autechre en el track Nº 4 de su disco Tri Repetae.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Libros digitales

Hace poco conseguí un kindle®, y al poco tiempo encontré un par de maneras de conseguir libros digitales en formatos compatibles con e-readers y tablets (principalmente ¡pirateados!, ¡qué chancho!), maneras bastante mejores que las que usaba antes, que descargaba .doc o .pdf y trataba de leerlos del monitor (puaj).

Empecé con los sitios de descarga de torrents (kickass.to, torrentz.eu, etc.), que son buenos especialmente para películas, series y música, juegos y programas, sí, pero que, a mi entender, con el tema ebooks se quedan un poco flojos. Es complicado encontrar un libro suelto, suelen subir bundles con un par de miles de libros (y andá a encontrar el que querés), o muchos de los libros que busqué sólo aparecen como audiolibros.
Y prácticamente todos están en inglés, si eso es un problema. (Quizá no. Personalmente, me gusta leer libros en inglés si están escritos originalmente en inglés, pero el problema es que por esos sitios encontrar un libro cuyo idioma original sea el español y que estén en español… ahí sí, eso sí que es un problema.)

Soluciones

 A la pipeta

1) Para descargar libros en inglés

 A la pipeta

a) En el dominio público

A la pipeta
- El proyecto Gutenberg
El sitio para descargar libros clásicos digitalizados.
Los entregan en múltiples formatos (.mobi, .epub, .html, .txt, audiolibros, etc.).
Hay mayoría en inglés, pero encontrás algunos en español, francés, italiano…

- Biblioteca digital de la Universidad de Adelaide, de Australia
Similar al Gutenberg, incluso tienen algunos libros en su catálogo que sencillamente linkean a los de Gutenberg, pero hay muchos más que no están en ese otro sitio.
A la pipeta

b) Pirateados

A la pipeta
- Guía para descargar libros con mIRC
Usando mIRC u otro servicio de chat IRC se pueden conseguir las novedades (y antigüedades) de habla inglesa en un tris.
No debe ser tan complicado encontrar en otros idiomas, pero por el momento me engolosiné con conseguir todo lo que se me ocurre buscar de ciencia ficción, por ejemplo.
A la pipeta

2) Para descargar libros en español

A la pipeta

a) Pirateados (con mucho amor y poco Scioli)

A la pipeta
- ePub Libre
Una comunidad de editores amateur haciendo historia: digitalizan libros en papel y los pasan a .epub, con una calidad de "alta" para arriba. Gente que lee el libro que está editando. Ya es más que lo que hacen ciertas "so called editoriales".

-Torrent con 6000 y pico de libros

Creo que eso sería todo por ahora. Salud.

domingo, 19 de julio de 2015

El budismo, Hermann Hesse y tal

Hace unos años usaba el blog —y un par de años antes, los foros— para escribir lo que me pasaba por la cabeza. Comentarios sobre lo que estaba leyendo, principalmente. Comentarios sobre lo que pensaba, tratando de descular alguna historia que me partía la cabeza en ese entonces. Diálogos medio «solilóquicos» con otros foreros y blogueros en los que me explayaba sobre lo que me atormentaba o sobre aquello de lo que estaba disfrutando en cierto momento.
Por un tiempo, dejé de hacerlo.
Hace un par de años, limité escritos en ese tono a cuadernos de papel que guardo no sé bien para qué. Pero el blog es distinto. Porque esos cuadernos no los va a leer nadie más que yo, algún psicólogo que me atienda y quizá mi madre cuando yo muera, si es que ella me sobrevive.
Esto no es así. Esto es explosivo. Esto es por lo que murió gente en otras épocas no tan lejanas: escribir algo y que otros lo lean.
Mi maestro de tipografía dice que la imprenta es un arma. La imprenta sería un revólver si se la compara con la espada que era la pluma.
Internet sería algo así como una bomba atómica.
Y es más que una bomba atómica: Esto lo puede leer un flaco en Italia, otro en Nueva Zelanda, una flaca de Chad… En cualquier momento. Si no lo borro, pueden pasar años hasta que alguien esté buscando la biografía de Hesse o quiera comprar un Kindle y le aparezca este mensaje en su lista de resultados de Google.
Es poderoso.

*  *  *

Hace un par de horas —antes de emitir mi sufragio «derrotista y careta» para el próximo jefe de gobierno de mi ciudad—, terminé de leer Siddharta, de Hermann Hesse [libro descargado hace unos días de ePub Libre, un sitio impresionante que descubrí no hace mucho y el cual empecé a usufructuar hace un par de meses con motivo de la compra de un Kindle® (Keyboard WiFi de pantalla de 6 pulgadas, con 3 GB de espacio —como para un par de miles de libros—, usado pero como nuevo, etc.: mi juguete nuevo, un cambiavidas, un parteaguas, un quemacocos {por ejemplo, descargué con un torrent la bibliografía de Philip K. Dick completa en diez minutos. ¿Qué más se le puede pedir a la vida? Bueno: la bibliografía completa de Bradbury, tal vez, o la de Ballard… que también se pueden encontrar por ahí. ¡Dioses! <Aprendí a usar mIRC para descargar libros en inglés, también. La baba.>})].
Siddharta, decía.
Es un libro de Hesse publicado en 1922.
Narra la vida de un tal Siddharta que vive en la India en los tiempos del otro Siddharta, el famoso, Siddharta Gautama, Shakyamuni, EL Buda. O sea, es la historia de un tocayo del Buda histórico que vive en su misma época e incluso lo conoce en persona en el libro. Este Siddharta también alcanzará la iluminación, pero por un camino distinto al del Buda, y sin abrazar su doctrina, sino siguiendo su propio destino.
[Redacción con estilo «contratapa de una edición de veinte pesos».]

Hace unos días hablaba en el colectivo con mi amiga y socia sobre el budismo, que hace un par de años empecé a practicarlo con bastante asiduidad, y le comentaba que la cosa no venía siendo así en el último tiempo.
Y gracias a esa conversación —y a otras circunstancias que no vienen al caso, también—, me reencontré con estas ideas.
Es muy grande para una entrada de un blog, quizá; blog que no lee ni mi madre, en estos tiempos, pero sea, lo digo: hay una extraña tensión, incomodidad, una serie de dudas y contradicciones en el hecho de que alguien como yo —que desde los diez años, después de la primera comunión, rechazó la idea de Dios y de todo lo que tuviera que ver con una religión organizada y se hizo decididamente anti-religioso— se encuentre con que hay una religión que, para empezar, no tiene Dios y que, además, propone un sistema para equilibrarse, ordenarse, automejorarse, comprender el mundo, relacionarse de cierta forma con las personas, completamente distinto a lo que por sus prejuicios de la infancia y rencores de la adolescencia esperaba de una religión. Sistema que vino a servirle a uno de sostén en un mal momento —si no el peor de la vida— y que cuando se lo enfrenta, después de un tiempo de dejarlo un poco de lado, con uno ya repuesto de aquel mal momento, asusta por lo poderoso que lo hace sentir.

Para muestras, no basta sino que más bien sobra un botón (de pánico) [es del último capítulo del libro: SPOILER ALERT]:
    […] —Antes de continuar mi camino, Siddharta, permíteme una pregunta. ¿Tienes una doctrina? ¿Tienes una fe o una creencia que sigues, que te ayuda a vivir y a obrar bien?
     Siddharta declaró:
     —Tú ya sabes, amigo, que de joven, cuando vivía con los ascetas, en el bosque, llegué a creer que debía desconfiar de las doctrinas y los profesores, y darles la espalda. No he cambiado de opinión.
     »No obstante, he tenido muchos otros maestros desde entonces. Incluso una bella cortesana fue mi instructora por un largo tiempo, así como un rico comerciante y unos jugadores de dados. También lo ha sido en una ocasión un discípulo de Buda; estaba sentado a mi lado, en el bosque, cuando yo me había adormecido en mi peregrinar. También aprendí de él, y le estoy agradecido, de veras. Sin embargo, de quien aprendí más fue de este río y de mi antecesor, el barquero Vasudeva. Era una persona muy sencilla; no se trataba de ningún filósofo, y sin embargo, sabía tanto como Gotama: era perfecto, un santo.
     Govinda exclamó:
     —¡Me parece, Siddharta, que todavía te gusta la burla! Te creo y sé que no has seguido a ningún profesor. ¿Pero, acaso no has encontrado tú mismo esta doctrina, con algunos razonamientos o conocimientos tuyos, que te ayuden a vivir? Si quisieras decirme alguna de esas teorías, alegrarías mi corazón.
     Siddharta repuso:
     —He tenido ideas, sí, e incluso razonamientos de vez en cuando. En alguna ocasión he creído sentir en mí cómo se percibe la vida en el corazón, pero tan sólo por una hora o un día. Eran muchas las ideas, y me sería difícil comunicártelas. Mira, Govinda, esta es una de las cuestiones que he descubierto: la sabiduría no es comunicable. La sabiduría que un erudito intenta comunicar, siempre suena a simpleza.
     —¿Bromeas? —inquirió Govinda.
     —No. Digo lo que he encontrado. El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar. Esto era lo que ya de joven pretendía, y lo que me apartó de los profesores.
     »He encontrado otra idea que tú, Govinda, seguramente tomarás por broma o chifladura, pero, en realidad, se trata de mi mejor pensamiento. Es este: ¡Lo contrario a cada verdad es igual de auténtico! O sea: una verdad sólo se puede pronunciar y expresar con palabras si es unilateral. Y unilateral es todo lo que se puede expresar con pensamientos y declarar con palabras; todo lo unilateral, todo lo mediocre, todo lo que carece de integridad, de redondez, de unidad.
     »Cuando el venerable Gotama enseñaba el mundo por medio de palabras, lo tenía que dividir en samsara y nirvana en ilusión y verdad, en sufrimiento y redención. No es posible otra forma para el que desea enseñar. No obstante, el mundo mismo, lo que existe a nuestro alrededor y en nuestro propio interior, nunca es unilateral. Jamás un hombre o un hecho es del todo samsara o del todo nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador. Nos parece que es así porque nos hacemos la ilusión de que el tiempo es algo real. Y el tiempo no es real, Govinda, lo he experimentado muchísimas veces. Y si el tiempo no es real, también el lapso que parece existir entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la bienaventuranza, entre lo malo y lo bueno, es una ilusión.
     —¿Qué quieres decir? —preguntó Govinda angustiado.
     —¡Escucha bien, amigo, escucha bien! El pecador, que lo somos tú y yo, es pecador, pero algún día volverá a ser Brahma, llegará a nirvana, será buda…, y ahora fíjate bien: ese «algún» es una ilusión. ¡Es sólo metáfora! El pecador no está en camino hacia el budismo, no se encuentra en un desarrollo, aunque no nos lo podemos imaginar de otra forma. No; en el pecador, ahora y hoy, ya está presente el buda futuro, todo su futuro, en él, en ti, en todo se debe respetar el posible buda escondido.
     »El mundo, amigo Govinda, no es imperfecto, ni se encuentra en un camino lento hacia la perfección. No; él es perfecto en cualquier momento. Todo pecado ya lleva en sí el perdón, todos los lactantes, la muerte; todos los moribundos, la vida eterna. Ningún ser humano es capaz de ver en el otro en qué situación se halla dentro de su camino: en el ladrón y en el jugador espera el buda, en el brahmán espera el ladrón.
     »En la profunda meditación existe la posibilidad de anular el tiempo, de ver toda la vida pasada, presente y futura a la vez, y entonces todo es bueno, perfecto: es brahma. Por ello, lo que existe me parece bueno; creo que todo debe ser así, tanto la muerte como la vida, el pecado o la santidad, la inteligencia o la necedad; todo necesita únicamente mi afirmación, mi buena voluntad, mi conformidad de amante: entonces es bueno para mí, y nunca podrá perjudicarme.
     »He experimentado en mi propio cuerpo, en mi misma alma, que necesitaba el pecado, la voluptuosidad, el afán de propiedad, la vanidad, y que precisaba de la más vergonzosa desesperación para aprender a vencer mi resistencia, para instruirme a amar al mundo, para no compararlo con algún mundo deseado o imaginado, regido por una perfección inventada por mí, sino dejarlo tal como es y amarlo y vivirlo a gusto.
     »Estas son, Govinda, algunas de las ideas que se me han ocurrido.
     Siddharta se inclinó, levantó una piedra del suelo y la sopesó en la mano.
     —Esto —declaró mientras jugaba—, es una piedra, y dentro de un tiempo quizá sea polvo de la tierra, y de la tierra pasará a ser una planta, o animal o un ser humano. En otro tiempo hubiera dicho: «Esta piedra sólo es piedra, no tiene valor, pertenece al mundo de Maja; pero como en el circuito de las transformaciones también puede llegar a ser un ente humano y un espíritu, por ello le doy valor». Así, quizás, hubiera pensado antes. Pero ahora razono: esta piedra es una piedra, también un animal, también un dios, también un buda; no la venero ni amo porque algún día pueda llegar a ser esto o lo otro, sino porque todo esto lo es desde hace tiempo, desde siempre. Y, precisamente, esto que ahora se me presenta como una piedra, que ahora y hoy veo que es una piedra, justamente por ello la amo y le doy un valor y un sentido en cada una de sus líneas y huecos, en el amarillo, en el gris, en la dureza, en el sonido que produce cuando la golpeo, en la sequedad o humedad de su superficie.
     »Hay piedras que al tocarlas parecen aceite o jabón, y otras semejan hojas o arena, y cada una es diferente y roza el Om a su manera; cada una es Brahma, pero a la vez es una piedra, está grasienta o jabonosa, y precisamente esto es lo que me gusta y me parece maravilloso y digno de adoración.
     »Pero no me hagas hablar más sobre todo ello. Las palabras no son buenas para el sentido secreto; en cuanto se pronuncia algo ya cambia un poquito, se lo falsifica…, sí, y también esto es muy bueno y me gusta asimismo, estoy muy de acuerdo que lo que es tesoro y sabiduría de una persona, parezca a otra una locura.
     Govinda escuchaba en silencio.
     —¿Por qué me has dicho lo de la piedra? —preguntó vacilante, tras una pausa.
     —Lo dije con intención. O quizás he querido declarar que amo precisamente a la piedra y al río, a esas cosas que contemplamos y de las que podemos aprender. Govinda, puedo amar a una piedra, a un árbol o a su corteza. Son objetos que pueden amarse. Pero no a las palabras. Por ello, las doctrinas no me sirven, no tienen dureza, ni blandura, no poseen colores, ni cantos, ni olor, ni sabor, no encierran más que palabras. Acaso sea eso lo que te impide encontrar la paz, quizá sean tantas palabras. También redención y virtud, lo mismo que samsara y nirvana son sólo palabras, Govinda. Fuera del nirvana no existe nada más: únicamente palpita el vocablo nirvana.
     Govinda exclamó:
     —Amigo, nirvana no es tan sólo un término. Nirvana es un pensamiento.
     Siddharta continuó:
     —Un pensamiento, puede ser así. Amigo, he de hacerte una confesión: no me gusta diferenciar mucho entre pensamientos y palabras. Para serte sincero, tampoco soy partidario de las teorías. Me gustan más los objetos. Aquí, en esta barca, por ejemplo, mi antecesor fue un hombre, un santo que durante muchos años creyó simplemente en el río, en nada más. Notó él que la voz del río le hablaba; de ella aprendió, pues el agua le educó y enseñó; el río le parecía un dios. Durante muchos años ignoró que todo viento, nube, pájaro o escarabajo, es igual de divino, y sabe tanto que también puede enseñar como el río. No obstante, cuando ese santo se marchó a los bosques, lo sabía todo, más que tú y yo, y sin profesor, ni libros; únicamente porque había creído en el río.
     Govinda replicó:
     —Pero, lo que tú llamas «objeto», ¿es realmente algo que tiene sustancia? ¿No se trata sólo de un engaño de Maja: únicamente imagen y apariencia? Tu piedra, tu árbol, tu río…, ¿son realidades?
     —Tampoco eso me preocupa mucho —repuso Siddharta—. ¡Qué más da que las cosas sean engaños o no! Y si lo son, también yo lo seré entonces, y de ese modo nunca me importará. Este es el motivo que me obliga a tenerles tanto aprecio y veneración: son mis semejantes. Por ello puedo amarlos.
     »Y ahora voy a exponerte una teoría de la que te vas a reír: el amor, Govinda, me parece que es lo más importante que existe. Penetrar en el mundo, explicarlo y despreciarlo, puede ser cuestión de interés para los grandes filósofos. Pero para mí, únicamente me interesa el poder amar a ese mundo, no despreciarlo; no odiarlo ni aborrecerme a mí mismo; a mí sólo me atrae la contemplación del mundo y de mí mismo, y de todos los seres, con amor, admiración y respeto. —Eso sí que lo comprendo —interrumpió Govinda—. Pero precisamente fue este punto lo que el majestuoso reconoció como engaño. Gotama ordena benevolencia, respeto, compasión, tolerancia, pero no amor; nos prohibió atar a nuestro corazón en el amor hacia lo terrenal.
     —Lo sé —repuso Siddharta. Y su sonrisa tenía un brillo dorado—. Lo sé, Govinda. Y mira, ya nos encontramos en medio de la espesura de las opiniones, en la discusión por palabras. No puedo negarlo: mis palabras sobre el amor contradicen, mejor dicho, parece que contradicen a las palabras de Gotama. Esa es la causa que me hace desconfiar de los términos, pues sé que esta contradicción es un engaño. Sé que estoy de acuerdo con Gotama. ¡Es imposible que el majestuoso no conozca el amor! ¡Él, que ha llegado a conocer todo lo humano en su carácter transitorio y vanidoso, y que a pesar de ello amó tanto a los seres humanos! ¡Él, que empleo toda su larga y penosa vida únicamente para ayudarles, para enseñarles!
     »También en Gotama, tu maestro, prefiero sus hechos antes que sus palabras. Sus actos y su vida me parecen más importantes que sus oraciones, el gesto de su mano es más interesante que sus opiniones. No veo su grandeza en el hablar, ni en el pensar, sino en sus obras y su existencia. […] 
*  *  *
Destaco algo de este reencuentro con el budismo gracias a Hermann Hesse: Ya otros libros de Hesse me habían llegado en momentos importantes de la vida y me habían impactado profundamente.
El lobo estepario, por ejemplo, que leí por primera vez al terminar la secundaria y por segunda en mis ratos libres cuando trabajaba de casero en un hostel de El Bolsón en 2009, a los 26 años. Dos épocas en las que estaba cuestionando todo y quería, como dice en algún lado de ese libro, «hacer saltar el mundo por los aires».
O Narciso y Goldmundo, que también leí en el Sur, después de dejar el trabajo en el hostel, a principios de 2010, mientras paraba en una carpa en casa de unos amigos y me preguntaba qué sería de mi vida al día siguiente.
O Demián, que leí cuando estaba haciéndome amigo de un flaco muy particular, durante los primeros meses de 2010, también.

Quiero mucho a este autor.

martes, 2 de junio de 2015

Desventuras literario-culturales IV

El libro de Mario Vargas Llosa que había encontrado en Puán ya está nuevamente en manos de su legítima propietaria, que pasó el martes a buscarlo por la clase en la que estaba. «Me cache…». Se retiró sin más.
- Fin de la desventura vargasllosiana -

lunes, 25 de mayo de 2015

Desventuras literario-culturales III

Hace rato vengo cuestionándome mis intereses. 
Me está preocupando sobremanera el hecho de poder traer a la mente sin problemas la ubicación exacta en un mapa de alguna de las islas de Terramar, o poder recitar la genealogía de algunas casas de Tolkien, pero no saber ni siquiera ubicar en una línea de tiempo los nombres de más de cinco o seis presidentes argentinos (o sea, los que recuerdo por haber estado bajo su gobierno y dos o tres más, como Perón e Yrigoyen). ¿Dónde estuve todos estos años?

Con los libros de George R. R. Martin se acrecentó este malestar, porque noto a cada página que leo que mi ñoñez se está potenciando a niveles que ni imaginaba que iba a ser capaz de alcanzar. 

Festejo patrióticamente el día de la Revolución de Mayo así: 
Me despierto alrededor de las nueve y media, pero no me prendo una escarapela en el pecho, ni como un pastelito siquiera. —No desayuno nada, realmente, de puro ansioso por lo que sé que puede llegar a venir—. Me armo una pila de almohadas, me arrebujo en las mantas —por fin llegó el fresco—, y abro el libro que dejé sin terminar anoche (mitad por sueño después de unos días ajetreados y muy activos, y mitad para no irme a dormir sabiendo el final de la historia, que sabía que me iba a dejar más cebado y me iba a hacer más difícil dormir saber el final que no saberlo). 
Así festejo el 25 de Mayo: No sin mucha culpa descubro cada día de la Semana de Mayo —y de las otras— que no tengo idea de quién cuernos era el virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros, ni mucho menos qué pito tocaban Cornelio Saavedra, Manuel Belgrano, Castelli, Azcuénaga, Alberti, Matheu ni Larrea, pero el placer y el fervor que siento cuando me aprendo de memoria las gestas de los héroes de… los Siete Reinos no puede ni compararse al patriot(er)ismo que me despiertan estas fechas, cuyo nivel en mí se mediría en números negativos.]
Todo esto para decir que llegué hace un par de horas, con grandes esfuerzos (si no me equivoco, tardé dos meses), a terminar Danza de dragones, de George R. R. Martin.
Jorgito Martín es sencillamente un $☣#@|=+&☠
¿Cómo se atreve a dejar todo como lo deja al final?
X moribundo/a.
Y ultrajado/a.
Z, α, β, γ, y δ, a punto de estar a punto de hacer lo que están a punto de hacer desde hace tres libros… 
Quiere hacerme entregar mi ejemplar a las llamas de R'hllor, para ver en los fuegos si avanza la cosa…

* * *

No digo más.
Me voy a ver… ¿la cadena nacional?, ¿un documental sobre la Primera Junta?, ¿fotos del Cabildo bajo la lluvia? ¡No!: el episodio de anoche de la serie de TV, vieja, que encima ya son dos cosas distintas, tan contento que me tenía que hasta la geografía me parecía bien hasta no hacía muchos capítulos (como cuando nombran la isla de Estermont). [Posta que no sé dónde queda Beccar, ni distingo San Justo de González Catán, pero puedo recordar casi sin errores la distribución de los fuertes del Muro de Este a Oeste. Qué mal ando, Dios. Si así está el país, es por personas como yo, seguramente.]

* * *

Pero es cierto que esta vergüenza me está moviendo a empezar, al menos, a preocuparme por no aprender solamente sobre mis ñoñeces, sino a dedicar tiempo a repasar, o a estudiar por primera vez, algunos temas de historia «real» que me despiertan interés. 

Por todo lo expuesto, 

RESUELVO:

Me «desafío», considerando el placer que me surge espontáneamente al aprender de memoria estos datos «inútiles», a tratar de encontrarlo en la lectura de algún «buen» libro de Historia, pero sigo buscándolo.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Desventuras literarias II

Recordarán, oh fieles lectores, que hace unos días conté muy orondo que me había encontrado un libro de Mario Vargas Llosa abandonado en Puán.

Bueno, resulta que esta tarde tenía un parcial en la misma aula en la que encontré el libro la semana pasada. Apenas me senté, apareció en la puerta una chica que a viva voz se identificó como la dueña de un libro olvidado en esa misma aula la semana pasada. Uno de Vargas Llosa. Precisamente, La casa verde. Y preguntó si alguien lo había encontrado «hacete el gil, mirá para otro lado, que no se dé cuenta…», porque era un libro que necesitaba para hacer una monografía «diantres» y no iba a poder terminarla «recórcholis», y bueno, que por favor si lo tenían se lo devolvieran; que si no, lo iba a leer en la computadora «con mil demonios».
—Lo tengo yo —le batí. 

Arreglamos para que se lo lleve la semana que viene a la clase.

Así que no llegó ni a juntar un micrómetro de tierra y ya se va de mi bibliotequita.

Adiós, adiós. 

* snif *

jueves, 14 de mayo de 2015

Desventuras literarias I

Hace mucho que no publico nada por acá, pero puedo usar el botón «programar» y nadie se da cuenta, jo jo jo. 
Mejor así, quizá. No publicar tanto y listo. (La vida pasa por otro lado, digo, me parece.)

Ayer me encontré abandonado un libro abajo de una silla en Puán. 
No digo cuál es porque puede aparecer el dueño y se cumpliría de nuevo lo de «easy comes, easy goes…», jo jo jo.

Pista: es de un autor de quien ya tengo un libro que nunca leí. De modo que ahora son dos libros que quizá nunca lea. ¿Será el destino de este autor quedar «obliterado» bajo el polvo en mi pequeña y abarrotada bibliotequita? Quizá sí, porque parece ser que fue (o es; ja ja ja, cuánto misterio) un culeado que escribía cosillas muy izquierdosas pero a quien hacia el final de su vida «se le notó la marca de la gorra».
Era de Vargas Llosa.

jueves, 23 de abril de 2015

Bloguear ya no es lo que era

Oh, la vida.
Al principio, el bloguear fue un pasatiempo.
Después, se convirtió en una urgencia, una necesidad.
Con el tiempo, fue quedando relegado.
Últimamente, casi lo olvido, entre tanto Facebook.
Pero todavía considero que entra en la parte mejor de internet.
Y hoy… Quería copiar y pegar una nota que leí hace un rato en el periódico MU sobre el libro Distancia de rescate de Samanta Schweblin, pero mejor no.

jueves, 2 de abril de 2015

Sobre gustos… (es lo único sobre lo que se ha escrito)

Hace un par de meses que estoy tratando de recuperar libros que fui perdiendo y que «me marcaron» (Por qué no soy cristiano, de Bertrand Russell, o Into the Wild, de Jon Krakauer, por citar dos que se me vienen a la mente ahora). En esa misma tesitura, estoy tratando de completar mi colección de revistas. Quiero leer, leer, leer hasta que se me derritan los ojos, y de paso hacer tsundoku (no es un juego con números, es el nombre japonés de la acción de acumular libros y no leerlos), y que se me caiga una biblioteca encima y me aplaste y así morir feliz.
Ayer conseguí un ejemplar en perfecto estado de El Péndulo número 9, de la segunda época, junio de 1982. [Me faltan la 8 (el ejemplar que tengo está fallado, justo tiene en blanco varias páginas del cuento de Tolkien), la 10 y la 15.]
En facebook estuve hablando un poco sobre qué es literatura y qué no lo es, y sobre si la ciencia ficción debería estar afuera de la «alta literatura».
Conclusión: Yo qué sé.
Pero lo que sí sé es que esto que publicaron en esa revista El Péndulo tiene una ostranenie que ni te cuento:

FIN
El profesor Jones trabajó en la teoría del tiempo durante muchos años.
—Y he encontrado la ecuación clave —informó a su hija, un día—. El tiempo es un campo. Esta máquina que he hecho puede manipular, e incluso invertir, ese campo.
Oprimiendo un botón mientras hablaba, prosiguió:
—Esto debe hacer correr el tiempo hacia hacia tiempo el correr hacer debe esto.
Prosiguió, hablaba mientras botón un oprimiendo.
—Campo ese, invertir incluso e, manipular puede hecho he que máquina esta. Campo un es tiempo el. —día un, hija su a informó— clave ecuación la encontrado he y.
Años muchos durante tiempo del teoría la en trabajó Jones profesor el.
FIN

Es un microrrelato, claramente. Fue escrito por Fredric Brown, de quien me han recomendado sus libros pero todavía «no he tenido el gusto» de hallar ninguno en mis visitas a los parques donde se venden los usados.

lunes, 30 de marzo de 2015

Coming soon

Se viene algo grande, al menos para mí. Algo así:

«★»

Empieza con L y termina con -etterpress.

jueves, 26 de marzo de 2015

Literatura

Ayer me encontré con un ex compañero de la carrera de Edición, después de un par de años sin verlo y después de varios meses de hablar con él sólo por facebook diciendo «algún día tendríamos que vernos». Bueno, por fin lo hicimos anoche. Estuvimos comiendo unas empanaditas y charlando acerca de la facultad, de los trabajos en el mundillo de la edición de textos, que él hace un par de años ya se recibió, etc. Cuando terminamos la cena, ya tarde, nos dimos cuenta de que teníamos que tomar el mismo colectivo para volver a nuestras casas. Seguimos charlando en el viaje y, faltando pocas cuadras para que me bajara, me pregunta: «¿Y estás leyendo o leíste algo de literatura últimamente como para recomendar?». Y empecé a retroceder en mi lista mental de libros que estoy leyendo, para encontrarme con que hace bastante que no estoy leyendo «alta literatura». Mucha ciencia ficción, libros técnicos, libros sobre anarquismo, sobre budismo, también, pero literatura «pura y dura», nada.
¿Y ahora?
Y… Ahora quiero leer algo de «alta literatura», pero de un autor del que no haya leído antes. Pero me pregunto cómo evitar mezclarlo con todo lo que estoy tratando de leer ahora mismo, que ya leer a Terry Pratchett y a George R. R. Martin al mismo tiempo es bastante parecido a un pot-pourri.

Bueno, podrían ser unos cuentos.

¿Cortázar? ¿Borges?
Es que, sí, me encantan, pero me dan la sensación de «figurita repetida».

Mexicanos.
¿Juan José Arreola?
¿Juan Rulfo?

Franceses.
¿Guy de Maupassant?

Estadounidenses o ingleses.
¿Ambrose Bierce?
¿H. P. Lovecraft?
En idioma original sería mejor.

Argentinos que no tengo tan leídos.
¿Ricardo Piglia?
¿Roberto Arlt?
(Rioplatense) ¿Horacio Quiroga?

¿Cuentos clásicos?
¿Los hermanos Grimm?
¿Hans Christian Andersen?
¿Las mil y una noches, que tengo la edición de Edhasa basada en la francesa?

Ufff.
Hay tanto, tanto, tanto por delante.

martes, 24 de marzo de 2015

Alejandro Jodorowsky - I

Alejandro Jodorowsky siempre fue un enigma para mí hasta no hace mucho, cuando empecé a recorrer más en profundidad los laberintos infinitos de internet y me encontré con sus películas en torrents [No sé si se habrá escrito libros sobre el tema, pero opino que los torrents están haciéndole a la cultura popular más o menos lo que produjo la imprenta de tipos móviles en el siglo XV con la cultura en general].

Antes lo conocía sólo de nombre: era el autor de muchas de las historietas que me daban ganas de aprender a hacer historietas en la adolescencia: muchas de las que hizo con Moebius (El Incal, etc.), y otras como Alef-Thau, con dibujos de Arno, y La casta de los metabarones, ilustrada por Juan Giménez…
Incluso estas historietas las leía en pedacitos que aparecían en las revistas Metal Hurlant Cimoc, que me pasaba mi por entonces profesor de historieta. Nunca las había leído completas hasta que empecé con los torrents, tampoco.

El tipo se propuso abrirle la cabeza a la gente a cosas insólitas. 
Tiene algunos aspectos en los que uno no se siente «resonar», es cierto: en sus películas los animales que se mueren, se mueren de verdad. No soy vegano, pero son imágenes fuertes. 
Y ahora está «robando» con la psicomagia, es verdad, que sólo él y su hijo tienen las facultades necesarias para dar charlas sobre el tema y ponerla en práctica.
Pero a pesar de todo eso, o por eso mismo, su obra es algo que no debería pasar desapercibido.
Gracias a los torrents, decía, pude dedicar unas horas de este verano a ver varias de las películas de este autor.
Unas frases sueltas sobre cosas que me impactaron al ver sus primeras tres películas:

Fando y Lis (1968)


Fando y Lis son un hombre que se debate entre ser agresivo o ser tierno y una mujer que no puede caminar. Fando y Lis son novios, y Fando está obligado a arrastrar el carrito en el que ella viaja. Viven en un mundo en ruinas producto de la guerra. Buscan la mágica ciudad de Tar.

Es un película cargada de «golpes de efecto». Desnudos, violaciones, golpes, tullidos. Provocó mucha controversia cuando se estrenó. Pero todo eso no me importa.

Al ver la película quedé maravillado por lo raro. La imagen muestra un momento en el que pasan por un lugar donde entre las ruinas hay una banda tocando jazz. El piano está prendido fuego. Literalmente prendido fuego.

Y otra cosa que me sorprendió y me divirtió mucho fueron los parlamentos. No mucho después de empezar, saltan con unos diálogos increíbles. Uno viene así:

Lis: —Fando, recuerdo que me escribías cartas muy largas cuando estaba en el hospital y me permitías así vanagloriarme de recibir cartas tan largas. Recuerdo también que a menudo, como no tenías nada que contarme, me enviabas mucho papel higiénico para que la carta fuera voluminosa. ¡Qué contenta estaba!

Después, Fando imagina cómo sería la muerte de Lis y le canta una cancioncita que dice «qué bonito es un entierro, con una flor y un perro».

El Topo (1970)

En la segunda película, ya en color, sigue con el tono chocante de violencia contra mujeres y niños, psicodelia, y muchos animales muertos, claro.


El Topo a su hijo, al que poco después abandonará para que lo cuiden unos franciscanos: —Hoy cumples siete años. Ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre.

Cuando El Topo llega a un pueblito en el que asesinaron a todas las personas, empieza a buscar a quien lo haya hecho. Cuando lo encuentra, éste le pregunta:
—¿Quién eres para buscar justicia? 
Y el Topo contesta: 
—Soy Dios.

La montaña sagrada (1973)

Esta es la más surrealista y ambiciosa de las tres. Las imágenes son impresionantes.














viernes, 20 de marzo de 2015

Declaración de principios / Afiliación a un -ismo

El fernandojoseladislaísmo sería una especie de anarco-budismo patagonista, de fuerte raigambre ombliguista egoísto-individualista incoherente.

jueves, 19 de marzo de 2015

Regreso, panorama, control de daños

Por el momento, voy a limitarme a copiar y pegar, con una mínima edición, los textos que estuve publicando últimamente en el facebook, pero que allá estaban fuera de lugar. 

Y dice:

Siguen siguiendo las «grandes reconciliaciones con el pasado».
Estudio Edición en Puán, sabido es. Empecé en 2006, dejé en 2008, me fui al Sur, etc., y la retomé en 2013. Este año planeo terminar de cursar las materias de grado. 
Venía todo bien: me faltan cinco materias, así que iba a hacerlas todas este año. Tres en el primer cuatrimestre, dos en el segundo. Pero resulta que se murió el jefe de la cátedra de Edición Electrónica y Multimedia en el verano, una de esas materias que me faltaba cursar, y, sencillamente, las autoridades de la facultad eliminaron la materia. 

[No voy a hablar de la «política académica» de la universidad; quizá en otra entrada].

De modo que me quedaba disponible en mi cronograma el tiempo que ya había destinado a ir a la facultad. Podría haberme organizado para hacer algo más «útil» (como preparar los finales que debo, dibujar; o hasta mirar 678, qué sé yo), pero no, decidí ir igual a la facultad, para reconciliarme con mi pasado, como decía, porque «reempecé» a estudiar griego clásico el martes, que algo había visto en el secundario, pero a lo cual, como a casi todo lo que vi en el secundario, no le había prestado demasiada atención.

Nos dieron para traducir este textito:
Παλαιὰ παροιμὶα • ὃτι χαλεπὰ τὰ καλά εστιν.
Dice: «Palaià paroimìa: hòti jalepà tà kalá estin.»
O sea: «Antiguo proverbio: ¡Qué difícil es lo bello!»

En conclusión: ese proverbio es un resumen de todo lo que estoy haciendo. Encuadernar, corregir, imprimir con tipos de metal, diseñar imágenes y editar texto con la computadora, pensar cómo crece una planta…
Y ahora todavía más: repasar sintaxis, física, leer la Constitución (y querer prenderla fuego). Recordar…

Es difícil, sí, pero cómo disfruto todo esto.

sábado, 7 de marzo de 2015

Frankenstein desencadenado

— INTRODUCCIÓN —
Todo el revuelo que se armó con la muerte de Nisman y las marchas y contramarchas me pusieron a querer opinar yo también sobre el tema. Lo hice por facebook, que es la plataforma que me absorbió a mí también y me alejó del blog (y que fue la plataforma en donde empecé a leer las opiniones que «me tocaron» y me hicieron querer decir algo al respecto). Pero el facebook, lo demuestra una y otra vez, no es el espacio mejor para eso. Al menos, no para mí. No voy a cerrar mi facebook (aunque lo pensé bastante seriamente), que sirve muy bien para otras cosas, pero, siendo editor, debería haber actuado en consecuencia de saber que facebook no era el lugar para ese tipo de planteos. Amenacé quichicientas veces con volver al blog, tratando de ir en contra de la idea de que ahora todo «compartir» se hace por medio de las redes sociales y de que «los blogs han muerto». Pero ahora es definitivo. Escribir en facebook más de veinte palabras es un engorro. Principalmente, por cómo trata a la tipografía. Pero no sólo por eso. Compartir opiniones en un ámbito dedicado a compartir fotos de mascotas, comidas y paseos no hace ver como desubicado más que a aquel que se desvía de eso. Vuelvo al blog para estos temas (y para escribir con bastardilla y negrita, vamos). Y pienso que se pueden complementar estos servicios de internet, no anularse uno al otro.
— FIN DE LA INTRODUCCIÓN —

A veces…


— INTERVALO —
Me fui a abrir un blog en Wordpress, pero no me convenció. Soy un lacra conservador.

Después me fui a tomar clases en el querido taller de encuadernación, que sigo yendo, hace año y medio, ya.
Después me fui a encontrar con una amiga para imaginar proyectos que vamos a hacer en nuestro taller de tipografía metálica que estamos armando juntos.
Después me fui a dormir.
Después me fui a buscar una prensa de encuadernador que conseguí gratis de manos de una vecina que se dedicaba a encuadernar pero que ya se retiró.
Después me fui a planear cómo van a ser las clases de Física que vamos a dictar en la Escuela Libre de Constitución este año, que empiezo a participar con ellos.
Y después chateé con mi amiga imprentera de nuevo para cambiarle el nombre al proyecto que estamos armando porque ya estaba en uso. Malditos «Pulpa Papel». Sin resultados.
Y por fin…
— FIN DEL INTERVALO —

Iba a escribir esto ayer, quería decir.
Estos días leí Frankenstein desencadenado, de Brian W. Aldiss.
Ciencia ficción. Publicado en 1973.
Trata de un futuro —año 2020— en que hay una guerra mundial en la que se usan armas tan potentes que terminan alterando «el tejido de la realidad». Se producen «deslizamientos de tiempo»: una casa y el terreno que la rodea (y la gente que vive en ella) saltan del siglo XXI al Medioevo y se quedan ahí durante un par de días, por ejemplo.
Se centra la historia en que un estadounidense cincuentón/sesentón se pierde con su auto impulsado por un motor atómico en uno de estos deslizamientos de tiempo y aparece en Suiza en 1806, donde, antes de encontrarse con Lord Byron, Mary Shelley y su futuro esposo, muy reales, se cruza primero con el mismísimo Victor Frankenstein y su criatura, personajes de ficción en la realidad de la que él viene. Se mezclan realidad y ficción. Simpático.
Nada de eso quería decir.
Iba a que, hacia el final, el monstruo de Frankenstein, a quien el personaje principal persigue con el fin de matarlo, pronuncia unas palabras en la misma onda con la que hablaba en el mismísimo libro de Mary Shelley. Dice:
«—Al tratar de destruir lo que no entiendes, tú mismo te destruyes. No entiendes y piensas que hay un abismo entre nosotros. Me odias y me temes, y crees que la causa es nuestras diferencias. ¡Oh, no, Bodenland! ¡Si tanto me aborreces, la causa es nuestras semejanzas!».
Y bueno, eso. Pensaba en cómo uno se enfurece ante lo que no entiende.


martes, 6 de enero de 2015

Patagonismo

Uno a veces trata de escribir cosas muy rimbombantes y pretenciosas que terminan siendo de lo más artsy-fancy.
Hoy no, quise ser más directo, pero me salió algo que parece escrito por un niño. (Pero qué suerte: bajo las capas de grasa y la barba y los aros aún habita un pedacito de ese que fui).
Y dice:
Yo pienso que son un gran error las ciudades.

¿Por qué?

Porque nos separan de la Naturaleza. Todo lo que nos pasa es a través de un medio.

No hay experiencias directas como tomar agua de un río sin siquiera hervirla, o charlar junto a un fuego varias horas antes de dormirse. Que te despierte la luz de la luna entrando por la ventana.
No se ven las estrellas en el cielo, no se sienten los olores del viento. Todo eso está vedado.

No me gusta nada de esto, ya.

Estoy cansado de adormecerme con libros, música, películas y comida.

No me convencen las promesas de que con esfuerzo se obtiene una vida cómoda en la ciudad.

¿Manejar un auto es más cómodo que andar en colectivo?
Es, como diría un sabio niñito, «la misma mierda pero con distinto olor».

¿Tener el acceso mediante una computadora a la información de una cuenta bancaria donde aparece un numerito que cuanto más distante de cero esté más me asegura tranquilidad y «un futuro»? ¿Eso es seguridad, eso es realizarse?

¿No entiendo estos planteos porque soy tonto? ¿O porque me están vendiendo cualquier verdura?

Nada de esto se siente tan real como aquello.
Nada.

Y si querer hacer lo que siento que es lo mejor para mí es estar loco, pues claro que estoy loco.
Nada más.
Bueno, mentira.

Por medio de la presente, se funda informalmente el nuevo -ismo llamado «el patagonismo»: la nueva forma de no-pensamiento orientada a la no-acción para la no-realización de la no-llegada al no-lugar; la escuela-cofradía sin más que un solo cofrade, miembro fundador y vicepresidente junior —quizá con apoyo moral de algunos, pero no mucho más—, sin manifiesto, sin programa, organizada en torno al deseo inefable de dejar de respirar los vapores nauseabundos de la basura estancada que entorpecen mi pensar y de reemplazarlos por las fitoncidas de los coihues, los cipreses, de los ñires y los alerces, de los arrayanes, de los maitenes, de los radales, de las lengas, hasta de las nalcas y de las cañas colihue.
Basta, basta, basta.
Basta de Macri y de Scioli y de Cristina y de Massa y de Randazzo y de Obama y de Chávez y del Che y de Lola y de Mangeri.
Basta de Tinelli, de Feinmann, del otro Feinmann, basta de la radio Vale, de 678, de Dolina, de Hadad, de TN y hasta de La Tribu.
Basta de alertas, basta de urgentes, basta de títulos, basta de novedades, basta de informativos.
Basta de todo el metal, basta de Luis Miguel, basta de Atahualpa Yupanqui, basta de Iorio.
Basta de los perfumes baratos, basta de Chanel Nº 5.
Basta de los perros, basta de los gatos, basta de los pececitos, basta de las tortugas, basta de los lagartos oberos, basta de los gecos, basta de las cucarachas, basta de las palomas.
Basta.
Y basta, basta, basta, basta de los veganos, de los carnívoros, de los vegetarianos, de los omnívoros.
Basta de las caras de zombies, basta de las caras de vivos.
Basta de querer meterme (en) tus cosas y de tratar de sacarme (de) las mías.
Basta de subirse a los trenes de otros.
Basta de «ideas».

Silencio. Silencio. Silencio.
Silencio. Silencio.
Silencio.

Quiero escuchar qué tengo para decirme yo a mí mismo, por mi cuenta, a ver si tanto vale la pena.
Uno es mucho más que los canales que ve, los libros que lee, los discos que escucha.

¿O no?

Silencio.