domingo, 24 de enero de 2016

El metal I - Soledad melómana

Hace unos días leí en el muro de Facebook de un amigo un comentario de un sabio filósofo y poeta en el que llamaba «DEVIL MENTAL» (así, todo en mayúsculas) al heavy metal. Seguramente se creía muy pillo por haber inventado un juego de palabras tan elaborado, tan incisivo.

Consiguió hacerme pensar un poco sobre el metal, eso sí. Es la música que escucho desde los trece años, si mal no calculo, cuando entré al colegio secundario en 1997. «La que me define», se diría.

Desde que a mediados de 2015 empecé a pasar la mayor parte del día solo en el taller [de encuadernación e impresión (Escuadrón Guillemet)], acompañado por mi viejo celular con su memoria SD de 2 GB llena de mp3, estoy escuchando más metal que nunca, que empecé desde 2012/2013, después de la internación, a «sacarle el jugo» a la computadora para orientar las búsquedas de música gracias a Metal Archives.
Esta sería mi segunda gran época de escuchar metal(, se diría).

Y me estoy encontrando con que me gustaría compartir con alguien, como mínimo una persona, los botines que estoy atesorando de mis incursiones en Metal Tracker o RockBox, pero la verdad es que cada vez tengo menos ganas de hacerme amigo de los metaleros que conozco. (¿Debería uno acercarse a la gente por compartir gustos? ¡Así fue como hice la mayor parte de mis amigos [de carne y hueso, con los que hablo en persona] más entrañables!, al menos eso me parece).

O bien yo no entiendo lo que quieren decir los discos que escucho, no soy la persona que los músicos esperan que escuchen esos sonidos; o bien los metaleros que conozco no entienden lo que yo entiendo de los discos que yo escucho.

Es que yo también… No me gusta ir a recitales, es verdad, ahí podría conocer a alguien; no voy a rockerías porque me pirateo todo lo que escucho desde hace más de diez años; recién ahora estoy empezando a tener ganas de ponerme remeras con logos de bandas después de casi quince años de no hacerlo (en primer año del colegio tenía una de A.N.I.M.A.L. y una de Korn y pará de contar). Y, lo crucial, las bandas que me parten la cabeza no son las más populares, realmente.

¿Dónde están los que escuchan death metal viejo (Entombed, Dismember, At the Gates, Grave, Unleashed, Pestilence, Obituary, Morbid Angel, Cannibal Corpse, Incantation, Cryptopsy) o el nuevo (Cattle Decapitation, Psycroptic, Dead Congregation, Morbus Chron, Dragged into Sunlight, Grime), que se preguntan como yo cuánto falta para que se acabe la humanidad, que se divierten con estos ritmos y gruñidos?

Es que soy gil. Por ejemplo, el otro día estaba esperando el colectivo y apareció una flaca con una remera de Hell Hammer (!!!!!!), la banda que tenía el cantante de Celtic Frost y hoy Triptykon, antes de formar Celtic Frost, y ¿qué hice?, dejé que se fuera sin siquiera… ¿qué podría haber hecho? Sin siquiera hacer los cuernitos en señal de ¿camaradería?

No sé. Es metal, es la música que te muestra cómo suena el infierno, la banda de sonido para el fin de los tiempos, hecha para el que se entretiene con todo lo que no entiende de la experiencia de ser humano, para el masticador de lo más oscuro que pueda imaginar la mente humana, música para locos que escapan de la realidad para enfrentar la realidad más cruda, para «explorar la frontera de lo irreal».
Prefiero la lluvia antes que el sol, el invierno antes que el verano, la montaña antes que la playa, el bosque antes que la ciudad, lo del costado, lo no-humano.

Me gustaría poder decir «somos» los carroñeros de esta cosa podrida pero tan rica, al menos con una persona más.

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