martes, 24 de marzo de 2015

Alejandro Jodorowsky - I

Alejandro Jodorowsky siempre fue un enigma para mí hasta no hace mucho, cuando empecé a recorrer más en profundidad los laberintos infinitos de internet y me encontré con sus películas en torrents [No sé si se habrá escrito libros sobre el tema, pero opino que los torrents están haciéndole a la cultura popular más o menos lo que produjo la imprenta de tipos móviles en el siglo XV con la cultura en general].

Antes lo conocía sólo de nombre: era el autor de muchas de las historietas que me daban ganas de aprender a hacer historietas en la adolescencia: muchas de las que hizo con Moebius (El Incal, etc.), y otras como Alef-Thau, con dibujos de Arno, y La casta de los metabarones, ilustrada por Juan Giménez…
Incluso estas historietas las leía en pedacitos que aparecían en las revistas Metal Hurlant Cimoc, que me pasaba mi por entonces profesor de historieta. Nunca las había leído completas hasta que empecé con los torrents, tampoco.

El tipo se propuso abrirle la cabeza a la gente a cosas insólitas. 
Tiene algunos aspectos en los que uno no se siente «resonar», es cierto: en sus películas los animales que se mueren, se mueren de verdad. No soy vegano, pero son imágenes fuertes. 
Y ahora está «robando» con la psicomagia, es verdad, que sólo él y su hijo tienen las facultades necesarias para dar charlas sobre el tema y ponerla en práctica.
Pero a pesar de todo eso, o por eso mismo, su obra es algo que no debería pasar desapercibido.
Gracias a los torrents, decía, pude dedicar unas horas de este verano a ver varias de las películas de este autor.
Unas frases sueltas sobre cosas que me impactaron al ver sus primeras tres películas:

Fando y Lis (1968)


Fando y Lis son un hombre que se debate entre ser agresivo o ser tierno y una mujer que no puede caminar. Fando y Lis son novios, y Fando está obligado a arrastrar el carrito en el que ella viaja. Viven en un mundo en ruinas producto de la guerra. Buscan la mágica ciudad de Tar.

Es un película cargada de «golpes de efecto». Desnudos, violaciones, golpes, tullidos. Provocó mucha controversia cuando se estrenó. Pero todo eso no me importa.

Al ver la película quedé maravillado por lo raro. La imagen muestra un momento en el que pasan por un lugar donde entre las ruinas hay una banda tocando jazz. El piano está prendido fuego. Literalmente prendido fuego.

Y otra cosa que me sorprendió y me divirtió mucho fueron los parlamentos. No mucho después de empezar, saltan con unos diálogos increíbles. Uno viene así:

Lis: —Fando, recuerdo que me escribías cartas muy largas cuando estaba en el hospital y me permitías así vanagloriarme de recibir cartas tan largas. Recuerdo también que a menudo, como no tenías nada que contarme, me enviabas mucho papel higiénico para que la carta fuera voluminosa. ¡Qué contenta estaba!

Después, Fando imagina cómo sería la muerte de Lis y le canta una cancioncita que dice «qué bonito es un entierro, con una flor y un perro».

El Topo (1970)

En la segunda película, ya en color, sigue con el tono chocante de violencia contra mujeres y niños, psicodelia, y muchos animales muertos, claro.


El Topo a su hijo, al que poco después abandonará para que lo cuiden unos franciscanos: —Hoy cumples siete años. Ya eres un hombre. Entierra tu primer juguete y el retrato de tu madre.

Cuando El Topo llega a un pueblito en el que asesinaron a todas las personas, empieza a buscar a quien lo haya hecho. Cuando lo encuentra, éste le pregunta:
—¿Quién eres para buscar justicia? 
Y el Topo contesta: 
—Soy Dios.

La montaña sagrada (1973)

Esta es la más surrealista y ambiciosa de las tres. Las imágenes son impresionantes.














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