sábado, 7 de marzo de 2015

Frankenstein desencadenado

— INTRODUCCIÓN —
Todo el revuelo que se armó con la muerte de Nisman y las marchas y contramarchas me pusieron a querer opinar yo también sobre el tema. Lo hice por facebook, que es la plataforma que me absorbió a mí también y me alejó del blog (y que fue la plataforma en donde empecé a leer las opiniones que «me tocaron» y me hicieron querer decir algo al respecto). Pero el facebook, lo demuestra una y otra vez, no es el espacio mejor para eso. Al menos, no para mí. No voy a cerrar mi facebook (aunque lo pensé bastante seriamente), que sirve muy bien para otras cosas, pero, siendo editor, debería haber actuado en consecuencia de saber que facebook no era el lugar para ese tipo de planteos. Amenacé quichicientas veces con volver al blog, tratando de ir en contra de la idea de que ahora todo «compartir» se hace por medio de las redes sociales y de que «los blogs han muerto». Pero ahora es definitivo. Escribir en facebook más de veinte palabras es un engorro. Principalmente, por cómo trata a la tipografía. Pero no sólo por eso. Compartir opiniones en un ámbito dedicado a compartir fotos de mascotas, comidas y paseos no hace ver como desubicado más que a aquel que se desvía de eso. Vuelvo al blog para estos temas (y para escribir con bastardilla y negrita, vamos). Y pienso que se pueden complementar estos servicios de internet, no anularse uno al otro.
— FIN DE LA INTRODUCCIÓN —

A veces…


— INTERVALO —
Me fui a abrir un blog en Wordpress, pero no me convenció. Soy un lacra conservador.

Después me fui a tomar clases en el querido taller de encuadernación, que sigo yendo, hace año y medio, ya.
Después me fui a encontrar con una amiga para imaginar proyectos que vamos a hacer en nuestro taller de tipografía metálica que estamos armando juntos.
Después me fui a dormir.
Después me fui a buscar una prensa de encuadernador que conseguí gratis de manos de una vecina que se dedicaba a encuadernar pero que ya se retiró.
Después me fui a planear cómo van a ser las clases de Física que vamos a dictar en la Escuela Libre de Constitución este año, que empiezo a participar con ellos.
Y después chateé con mi amiga imprentera de nuevo para cambiarle el nombre al proyecto que estamos armando porque ya estaba en uso. Malditos «Pulpa Papel». Sin resultados.
Y por fin…
— FIN DEL INTERVALO —

Iba a escribir esto ayer, quería decir.
Estos días leí Frankenstein desencadenado, de Brian W. Aldiss.
Ciencia ficción. Publicado en 1973.
Trata de un futuro —año 2020— en que hay una guerra mundial en la que se usan armas tan potentes que terminan alterando «el tejido de la realidad». Se producen «deslizamientos de tiempo»: una casa y el terreno que la rodea (y la gente que vive en ella) saltan del siglo XXI al Medioevo y se quedan ahí durante un par de días, por ejemplo.
Se centra la historia en que un estadounidense cincuentón/sesentón se pierde con su auto impulsado por un motor atómico en uno de estos deslizamientos de tiempo y aparece en Suiza en 1806, donde, antes de encontrarse con Lord Byron, Mary Shelley y su futuro esposo, muy reales, se cruza primero con el mismísimo Victor Frankenstein y su criatura, personajes de ficción en la realidad de la que él viene. Se mezclan realidad y ficción. Simpático.
Nada de eso quería decir.
Iba a que, hacia el final, el monstruo de Frankenstein, a quien el personaje principal persigue con el fin de matarlo, pronuncia unas palabras en la misma onda con la que hablaba en el mismísimo libro de Mary Shelley. Dice:
«—Al tratar de destruir lo que no entiendes, tú mismo te destruyes. No entiendes y piensas que hay un abismo entre nosotros. Me odias y me temes, y crees que la causa es nuestras diferencias. ¡Oh, no, Bodenland! ¡Si tanto me aborreces, la causa es nuestras semejanzas!».
Y bueno, eso. Pensaba en cómo uno se enfurece ante lo que no entiende.


No hay comentarios:

Publicar un comentario